sábado, 31 de octubre de 2015

AMELIA DENIS DE ICAZA


Al Cerro Ancón

Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.

Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.

Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!

Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.

Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.

Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo...
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!.


Panamá, 1906
Del libro: Hojas Secas. 1927

AMOR DE MADRE

Amor inmenso, sin igual, profundo,
amor bendito que en el alma siento,
a quien le rinde adoración el mundo,
presta a mi lira tu celeste acento.

Presta a mi lira enlutecida y triste
el suave aroma que de ti se exhala,
que ha tu recuerdo el corazón se viste
para cantarte de vistosa gala.

Amor del alma, sentimiento santo,
blanca, entreabierta flor de la natura,
tú cubres la mujer de regio manto
y la colocas en sublime altura.

Que no hay ternura igual a tu ternura,
sentimiento purísimo y bendito;
ni hay para la mujer mayor ventura
que de un hijo escuchar el primer grito.

Compensación suprema que el Eterno
otorga a la mujer compadecido:
la gloria puso al lado del infierno
y al lado del dolor el bien querido.

Cuando entregada a dolorosa angustia,
una mujer padece sin consuelo,
como la flor abandonada y mustia
que rueda a la ventura por el suelo.

Cuando llora talvez desesperada
teniendo en el pesar los ojos fijos,
cuando al bajar incierta la mirada
ve alrededor sonriéndole sus hijos.

Entonces ¡Oh gran Dios! cambiase en risa,
su supremo dolor, todo lo olvida,
con el materno amor se diviniza
y en su pecho los junta estremecida.

Perdón Señor! exclama arrepentida
yo debo bendecirte noche y día,
que tú quisiste embellecer mi vida
con ese amor, llenando el alma mía.

Amor de madre!....el universo entero
se siente con tu aliento embalsamado,
único amor sin mancha y verdadero,
sin porvenir, presente ni pasado.

Amor que nada pide, nada espera,
que de si mismo satisfecho vive,
que la infeliz impúdica ramera
como sagrada redención recibe.

Amor de madre en la modesta choza,
en la humilde casita del obrero,
del rico en la mirada voluptuosa,
amor, amor del universo entero.

Ama la madre el hijo cuando siente
que su seno de un ser está animado,
lo idealiza, lo sueña, lo presiente,
mientras llega el instante tan deseado.

Nace, y al contemplarlo temblorosa,
en la embriaguez de su pasión inmensa,
lo abraza, lo contempla, lo reboza,
loca lo adora y en amarlo piensa.

Las noches pasa en inquietud constante,
olvidando su propio sufrimiento,
lo mueve, lo acaricia palpitante,
y se inquieta al más leve movimiento.

Pasan los años y el hermoso niño
crece, arrullado por su amor de madre,
y le forma un edén con su cariño,
y más le adora si le falta padre.

Si sola tiene que velar su suerte,
con que empeño tan tierno lo ha criado!
se juzga grande, se contempla fuerte,
y olvida su dolor y su pasado.

Con frente erguida en su morada pobre
a Dios le dice de esperanza llena,
Señor, Señor, que tu bondad le sobre
para él la dicha, para mi la pena.

Si el niño ingrato el abnegado empeño
de la madre infeliz olvida un día,
ella, intranquila, velará su sueño,
a Dios alzando su plegaria pía.

Y siempre lo amará!....bendito sea
el amor de una madre, sin segundo
sentimiento del alma, que campea
con todos los amores en el mundo.

Ama la madre al ser a quien da vida,
como la casta virgen a Jesús,
es el hijo la antorcha de su vida
su fe cristiana, su fulgente luz.

Hijo, dice la madre desgraciada,
hijo, dice también la noble esposa;
hijo, repite en la modesta choza
la ignorante mujer asalariada!

El mismo grito en toda la natura!....
grito que a Eva pobre y maldecida,
la hizo feliz en su morada oscura,
que fue con este grito embellecida.

Amor de madre religioso y santo,
sol que alumbra mi espíritu abatido,
por ti secóse mi ardoroso llanto,
y la tierra en Edén se ha convertido.

Con mis hijos la vida es tan hermosa!....
quiero vivir para gozar con ellos,
velar por su existencia cuidadosa,
y trenzar sonriendo sus cabellos.

Besar sus ojos, que mi ser reflejan
a mi pecho estrecharles conmovida,
llamarlos en la noche si se quejan,
y que me llamen madre: esta es la vida!

¡Gracias! ¡gracias! Señor Omnipotente
gracias porque me diste ese tesoro!
también mis hijos doblarán su frente
para adorarte como yo te adoro!

Panamá, 1879
Del libro: Hojas Secas. 1927




                                                                    Dejad Que Pasen

El poeta lucha, sin luchar, qué haría?
sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón del bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.

Paso a la juventud, dejad que vuele
alzando alegre sus primeros trinos
si le quitáis las alas, cómo puede
sin esa fuerza abandonar el nido?

Dejadle sus ideas, sus ensueños,
larga es la lucha, ruda la batalla
tiene la inspiración muchos bohemios
que serán las lumbreras del mañana.

No olvidéis a Rubén al poeta niño
que al preludiar sus infantiles cantos
de zarzas le sembraron el camino
que atravesó con sus primeros pasos.

Dejad la juventud, sus gallas flores
necesitan la sabia de la planta,
no le quitéis sus bellas ilusiones
dejadla con su fe, con su esperanza.

No lanzéis vuestro dardo envenenado
sobre la juventud que ama y espera
dejad que goce en el festín humano
mientras la sombra de los años llega.

Yo me aparto dejándoles la senda,
por saludarlos al pasar me inclino,
y aquí en mi corazón tienen la ofrenda
de aliento, de entusiasmo y de cariño.

No penséis en la crítica del sabio
si hay luz y claridad en vuestra mente
yo también he tenido mi calvario
y el que puede luchar todo lo vence.

Heroica juventud, alzad la frente
el genio es luz irradiación divina
el que lleve esta luz será el más fuerte
para luchar en la sangrienta lidia.

No abandonéis cobardes el palenque
la gloria ofrece al vencedor el premio
dichosos los que llevan en la frente
la corona simbólica del genio.



Nicaragua, 1909
Del libro: Hojas Secas. 1927






A La Muerte de
Victoriano Lorenzo

Atado! y ¿para qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario va
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir va.

Atado! y ¿para qué? frente al suplicio
los soldados esperan la señal,
el plomo romperá su pecho heroico
que ostentaba la enseña liberal.

Marcha a su lado el sacerdote trémulo
hablándole del cielo y de perdón
lleva un Cristo en las manos, y está pálido
murmurando en silencio una oración.

El sigue su camino siempre impávido
sin el hondo sufrir del criminal
libre nació bajo sus grandes árboles
y en ruda lucha defendió su ideal.

De hombres nacidos en las selvas vírgenes
en grupos de invencibles lo siguió
que allá en nuestras montañas, el indígena
puede morir pero rendirse no.

Se hizo su jefe el montañés intrépido,
el campo de batalla fue su altar
y el órgano divino, el ruido horrísono
del cañón enemigo al estallar.

Y ni el invierno con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz.
Como el león de los bosques en América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.

Soñó con la victoria, fue su ídolo
y en su mano nervuda se rompió
tras el ideal la noche con lo trágico
que el astro rey en el ocaso hundió...

Y después... y en las sombras del crepúsculo
en un lago de sangre el corazón;
y el pueblo que se aleja del patíbulo
murmurando una horrible maldición.

Su centro era el peligro, nunca el pánico
hizo su corazón estremecer
se alumbraba con luces de relámpago
cuando iba el enemigo a sorprender.





Del libro: Hojas Secas. 1927



El Llanto de Una Hija


A MI MADRE!

Madre mía! mi vida! ¿qué te has hecho?
a dónde está tu maternal mirada?
ya está sin vida, sin calor tu pecho
y tu hija vive aun tan desgraciada!

¿Adonde estás, porqué me abandonaste
y con quien me has dejado madre mía?
tú en tu seno de amor me acariciaste
y hoy te llevas contigo mi alegría.

Tú me amaste de niña con locura
y más tarde ya joven fui tu orgullo
y hoy mi llanto de acerba desventura
ya no lo enjuga ese cariño tuyo.

Ya nunca más mi llanto con tu llanto
veré unirse doliente en mis dolores
no arrullarás a Julia con tu canto
ni le pondrás sobre su frente flores.

Ya no veré dormirse entre tus brazos
los hijos míos que tus hijos son
¿por qué la suerte desató esos lazos
y dejó de latir tu corazón?

Ya al exhalar mis lastimeras quejas
sólo hallarán un eco en el vacío
¿por qué abandonas sola, por qué dejas
un corazón tan débil como el mío?

Ya no veré tus ojos anegados
en lágrimas dolientes por mi suerte
ellos están a mi dolor cerrados
y hundidos por la mano de la muerte.

Madre tan adorada, yo te lloro,
y me parece un sueño todavía
en vano a Dios en mi pesar imploro
porque Dios no me oye; madre mía!






Del libro: Hojas Secas. 1927


Carta a Mi Querida Hermana
Matilde Denis

Voy a contarte, hermana idolatrada,
una historia muy corta y encontrada
a mi paso en la América Central;
aquí donde la tierra se estremece
donde este mar enfurecido crece
al empuje del fuerte vendaval.

Si vieras, hermanita, levantarse
para luego encrespadas estrellarse
las olas con estruendo aterrador;
algo de grande, de imponente y fiero
se encierra en este mar tan altanero
siempre lanzando fúnebre clamor.


Yo acostumbrada a nuestro mar tranquilo
que se mueve con místico sigilo
que se tiende la playa a acariciar:
no sé que fue lo que sentí al mirarlo,
muda de admiración al contemplarlo
mi sorpresa no puédote explicar.

Desembarqué, la costa me aguardaba
no era tan bella como yo soñaba
ni era tan fértil como yo esperé,
lancé un suspiro por mi patria, hermana,
por aquella graciosa colombiana
como una virgen del Ancón al pié.

Dos meses de quietud, de honda tristeza
en que apenas alzaba la cabeza,
pasé en amarga y cruda decepción:
volví a surcar el mar embravecido
la sombra que busqué para mi nido
helaba mi ardoroso corazón.

Pisé de nuevo temerosa y yerta
del vapor la magnífica cubierta
y me detuve al colocar el pié,
¡que grato era allí el aire que sentía
el sol en ese instante se escondía
y trémula al mirarlo me postré.

Dos días después, hermana, me encontraba
donde la brisa alegre murmuraba
donde el pájaro canta con primor:
era en un puerto donde el alma vive
donde de Dios la inspiración recibe
que conduce a mi Edén, "El Salvador".

Bien puede el tiempo destrozarme airado
los ensueños felices que he forjado
en el suelo bellísimo que hallé;
mas no podré arrancar de mi memoria
la página brillante de mi historia
en que ese nombre de Jesús gravé.

Ahora distante por la tarde miro
cruzar las nubes en confuso giro
y una lágrima siento resbalar
!si pudiera llevarme lo que adoro!
¡si pudiera llevarme mi tesoro!
no sintiera esa lágrima rodar.

Porque aquí vivo para siempre triste
como vive el canario sin alpiste
como vive sin flores el gorrión;
mientras que allá bajo ese hermoso cielo
yo como el ave levantara el vuelo
hasta otra nueva espléndida región.

Pero quisiera que en mi vuelo altivo
me siguieran los seres por quien vivo
y con ellos mi dicha compartir;
porque sin ellos todo está desierto
todo está mudo, silencioso, muerto,
y mil veces mejor quiero sufrir.

Esta es la historia de tu hermana ausente
a la que quieres tan intensamente
y la que siempre te idolatra a ti,
si Dios escucha mi plegaria pía
entre mis brazos, hermanita mía,
oirás lo mismo que te cuento aquí.




1875
Del libro: Hojas Secas. 1927


Un Ramo de Resedá

DEDICADO A MI QUERIDA AMIGA
CONCHITA PEÑALBA DE ARGÜELLO
                Concha es tu nombre, Concha nacarada
                que guardas en tu centro como don,
                una perla riquísima y preciada
                que puso Dios en ti, tu corazón.



Existe en el idioma de las flores
un lenguaje tan dulce y seductor,
que los ángeles mismos lo estudiaron
para cantar sus himnos al Señor.

Ellas encierran cuanto el mundo tiene
de sublime y grandioso en su extensión,
y en sus pétalos guardan un perfume
que aspira con delicia el corazón.

Y cuentan que en la noche silenciosa
las vírgenes del coro celestial
aéreas y vaporosas las visitan
y se van en la aurora matinal.

Cuentan que Eva en el jardín divino
entre las flores se solía dormir
y que el perfume de sus frescos labios
triste y llorosa les dejó al partir.

Y me cuentan que Adán viéndola triste
una flor delicada se robó
que al mirarla proscrita y olvidada
el hurtado presente le entregó.

Ella, en recuerdo de su amor soñado
esa flor en su seno colocó,
arrancó una semilla del regalo
y en tierra americana la sembró.

Seca la flor en el ardiente seno
un aroma divino conservó
ella lo unió de su ventura al ramo
y su existencia con la flor juntó.

Yo te mando una copia de ese ramo
en tus manos Conchita bien está
Adán se la robó del paraíso
y le puso por nombre "Resedá".


León, Nicaragua, 1900
Del libro: Hojas Secas. 1927


El Tejedor y su Esposa

Erase un tejedor muy avisado
que sólo jerga en su taller tejía
y como hombre muy justo y arreglado
trabajaba incesante todo el día.

Otra tela jamás en sus talleres
aquel obrero colocar podía,
y en vano su mujer le repetía
que otros ganaban pesos a millares,
pues el pobre Serapio contraído,
jerga no más con entusiasmo hacia
mientras Quiteria alegre se reía
en las barbas canosas del marido.

¿Por qué, le preguntaba la Quiteria,
no tejes tú Serapio cosas finas,
para llevar como otros a la feria,
y que yo nada envidie a la vecina?
Vaya mujer repúsole su esposo
seda voy a poner en mi tejido
y ya verás que chulo, que lucido
saldrá de mis talleres un reboso.

En efecto, la seda destrenzada
fue colocada en el taller añejo,
mas era tan distinto el aparejo
que la seda doquier se reventaba,
torpes las manos del honrado obrero
extrañaban la jerga y sollozaba
y más y más aquella se enredaba
y más y más luchaba el majadero,
hasta que al fin cansado, palpitante,
a su mujer volvióse enfurecido:
ya ves Quiteria,--díjole,--el tejido,
tiene que ser más fino y más tirante,
esta seda en mis manos se destroza
y fue muy loco pensamiento el tuyo,
abandoné mi jerga por orgullo
cuando nunca al telar puse otra cosa.

Existen muchos seres que pretenden
alto, muy alto levantar el vuelo
cuando sólo las aves que lo entienden
pueden sus alas remontar al cielo.



1879
Del libro: Hojas Secas. 1927

Los Tejedores

FÁBULA
(Contestación a " El Tejedor y su Esposa")

Era una exquisita obrera
de imaginación ardiente
cuyo tejido excelente
lleno de atractivos mil,
ingeniosa combinaba
como matizadas flores,
los alternados colores
en su bella obra textil.

La finura de la trama
la tersura de la tez
y sedosa brillantez
de aquella tela especial,
daba a la obra delicada
de la mano primorosa,
de la artista prodigiosa
gloria y fama universal.

Más un obrero indiscreto,
de aquella fama envidioso,
a su telar presuroso
do sólo lana tejió,
pone sedas y atrevido
en ruda y abierta reja
enmaraña la madeja
y su tejido perdió.

Incansable muda sedas,
ajusta el duro tornillo,
alza y baja su tobillo
y jamás pudo atinar:
con desaliento. . . . cansado. . . . .
viendo su provecho poco
dijo: en verdad soy un loco. . . .
jamás la podré imitar!

Tú eres Amelia la obrera
y yo el mísero demente
a quien el hado inclemente
su talento me negó;
cantar en tu dulce lira
es una audacia imprevista
tú eres la inspirada artista
el mal tejedor soy yo.

El Chamarrero
X. X.


Guatemala
Del libro: Hojas Secas. 1927

Angelina D' Arbelles

En el día de su Boda

Vas a dejar tu nombre de soltera
para llevar el de tu amante esposo,
vas a ser la adorada compañera
de un corazón honrado y generoso.

Vas a dejar el nido en que naciste,
que las olas del mar acariciaron,
la solariega casa en que naciste,
las lindas conchas que tus pies besaron.

Mudas quedan las cuerdas del piano,
triste la casa que alegrar sabías,
y tus amigas buscarán en vano
a su Angelina de pasados días.

Vas a dejar tu juvenil ropaje
para ceñirte la nupcial corona:
mañana cambiarás tu lindo traje
por la bata sencilla de matrona.

Lleva esa bata sin orgullo vano
que la ternura y la bondad te sobre
y enjuga cuando puedas con tu mano
la entristecida lágrima del pobre.

Amar y ser amada es la ventura,
que es el amor emanación divina
la dicha más completa, la más pura
es unirse dos almas, Angelina.

Cuida tu dicha, riega con empeño
de tu hermoso jardín, las gallas flores,
que vele siempre tu tranquilo sueño
el ángel protector de los amores.

Serás dichosa, pues quiso el destino
colocar a tu paso un caballero
que apartará con su ternura y tino
los abrojos que encuentre en tu camino.

Sé feliz, Angelina, sé creyente
el amor es la dicha, la esperanza,
nunca las penas nublarán tu frente,
con amor y con fé todo se alcanza.

Hoy quise dedicar un pensamiento,
una flor, un recuerdo para ti,
que allá en la soledad de tu aposento
te hiciera alguna vez pensar en mí.

Y en mi muerto jardín, marchito y solo
esta flor encontré para ofrecerte:
perfuma tu recuerdo su corola
y te lleva mi voto por tu suerte.



Nicaragua, 8 de Septiembre de 1904
Del libro: Hojas Secas. 1927


Mi Corazón y el Suyo

Flores secas ¿por dó váis?....
del corazón desprendidas,
vagorosas y perdidas,
¿por qué mi pecho dejáis?
         ¡flores mías!...
¡de pasadas alegrías!
¡benditas reminiscencias!
¡de mis sencillas creencias!
inolvidable rumor!
¡triste gemido de duelo!
que va de la tierra, al cielo!
muda plegaria de amor!

Yo sé que mi hondo lamento,
acoge el mundo con risa,
me llaman "la poetisa"
cantora del sufrimiento",
         que mis flores
emblema de mis dolores
incoloras y marchitas,
de mis dolorosas cuitas
son el retrato mejor;
¡que mis sueños ya pasaron!
¡mis esperanzas volaron!
a impulsos de mi dolor.

No dejéis mi triste pecho!
si en él no tenéis frescura,
mi corazón con ternura
os ofrece amante lecho;
         ¿dónde váis?
si acaso mi alma buscáis,
para que os vuelva la vida,
porque en mi existencia herida
ya no hay savia ni calor!
¡sabéis flores adoradas!
si os veréis abandonadas!
de la desgracia el dolor?

--No alma mía, que tus flores
incoloras y marchitas
adornadas con sus cuitas,
regadas con tus dolores,
                      yo las guardo
con la ternura del bardo!
ellas en mi seno amigo
serán de la fé que abrigo
mudos testigos en mí;
no dudes; ¡que vengan ellas;....
así marchitas, son bellas!
y ellas me hablarán de ti....

No temas, déjalas solas,
en su vagaroso viaje;
¿piensas que el viento las halle
sobre las revueltas olas?
         ¡no mi vida!
terminarán su partida
sin que pierdan en su vuelo
la suave esencia que el cielo
en su corola guardó!
¿por qué mirándolas lloras?
más bellas son incoloras
y más las admiro yo.

Mi voz de amante consuelo
juntaré a tus flores mustias
¡emblema de tus angustias
por las miserias del suelo!
         ¡mi adorada!
mi dulce amiga soñada!
yo guardaré tus pesares!
tus tiernísimos cantares
tu sensible suspirar!
y tus flores serán mías!
y tendrán tus agonías!
dentro mi pecho un altar!....

--¿Las quieres? Sabes acaso,
¡cuán profunda es mi amargura!
¿no ves la luz que fulgura,
triste el sol en el ocaso?
         ¡ay! la miras!
¡y mirándola suspiras!
¡así son las flores mías!
huyeron mis alegrías!
todo lo que ayer soñé!
¿y quieres así mis flores
sabiendo cuántos dolores,
en sus corolas guardé?

¿Si las quieres? ¡vayan ellas!.....
que serán en tu regazo,
pálida luz, fuego escaso,
como el de tibias estrellas!
         mientras tanto!
yo las riego con mi llanto;
guárdalas! cumple tu anhelo
hasta que se abra en el suelo
mi humilde lecho sin luz,
entonces, en vez de flores!
o de ruidosos honores!
¡pon en mi tumba una cruz!



Guatemala, 1884
Del libro: Hojas Secas. 1927


Patria

Oh Patria idolatrada, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independiente.

¡Oh Patria! yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.

Oh virgen, yo soñaba tu porvenir de gloria,
mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, la noble víctima de odiosa tiranía.

¿Qué has hecho? no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada,
tu rico y albo manto con saña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.

¿Qué has hecho de tu gloria, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido,
de mis doradas playas besadas por las olas.

De aquellas blancas flores que el cielo nos ha dado
que forman de la istmeña justificable orgullo,
'la flor del Santo Espíritu' de aroma delicado,
que lleva una paloma guardada en su capullo.

¡Oh! guarda Dios piadoso! mis flores adoradas,
que nunca los extraños profanen su hermosura,
¡guárdalas Ser Supremo! que vivan ignoradas,
que no llegue a tocarlas ninguna mano impura.

Y tú siempre tan bella, tan noble, Patria mía,
de todos admirada, de todos pretendida,
aliento y esperanza mi corazón te envía,
mi blanca flor istmeña del tallo desprendida.

Qué triste, sí, que triste la fratricida guerra,
y allá en mi suelo ístmico, el drama sin segundo,
y el grito de exterminio lanzado en esa tierra,
en el hermoso puente por donde cruza el mundo.

Aquel mi pobre pueblo, tan noble, tan valiente,
tan grande en esa lucha y en desigual batalla,
y aquella triste historia de Calidonia el puente,
sembrado de cadáveres por la infernal metralla.

Desesperada lucha, Colombia, y tú tan fuerte
contra el pequeño pueblo, la perla de tus mares,
contra ese pueblo libre, y heroico hasta la muerte,
que hiciste de tus hijos? ¡hay luto en sus hogares!

Y sin embargo lloro, flameando está orgulloso
el lábaro que alzaron allá en mi patrio suelo;
pero ese no es el mismo que conocí glorioso,
que como santa enseña, me presentó mi abuelo.

¡Oh pueblo de Colombia, tú no eres responsable,
que fresca está la tumba del noble San Clemente,
de aquel anciano digno, patriota venerable,
que por el voto unánime, subió de Presidente.

Palacio de San Carlos, vistierónte de duelo,
con un crespón ataron tu liberal enseña,
un ángel te guardaba, tendió por fin su vuelo
y con sus blancas alas, cubrió la faja istmeña.

Escucha Ser Supremo, la súplica ferviente,
que mi alma de rodillas eleva ante tu altar,
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llegue a profanar.

Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva,
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza, cual sombra fugitiva,
ni su soñada gloria como la flor de un día.



Del libro: Hojas Secas. 1927

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