sábado, 31 de octubre de 2015

BELISARIO PORRAS

Ave marina

Ave marina que la blanca espuma
del mar salado salpicando vá
pájaro triste de la parda pluma
donde la luz de mi esperanza está.

Ella del frío se guardó en tu pecho
tú de sus besos impregnada estás,
por eso el ave al extender su vuelo
aroma suave a los Aliseos dá.

Ave marina que la blanca espuma
del mar salado salpicando va
pájaro triste de la parda pluma
donde la luz de mi esperanza está.

Dile amorosa que la pena es mucha
dile que la vida se me escapa ya,
más ay! detente pajarillo, escucha
y lleva mi alma que gimiendo está.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.





El Desengaño

Caminaba en la senda de la vida,
al despertar, y de esperanzas llena,
audaz el Alma en la eternal faena,
buscando el Bien en la extensión perdida.

Más al seguir el rumbo dilatado,
el silbo de las penas poderoso
la arrastraba iracundo al engañoso
sendero do los vicios han vagado.


Allí, de todo matorral cercano
sentía ardiente la acerada espina;
y allá del monte densa la neblina
el paso la cerraba sobrehumano!


Ora la negra noche asaz impía,
con los temores que su manto lleva,
en mil congojas que el error renueva,
al Alma infortunada sumergía;


Ora el rugir de tempestad lejana,
la misma soledad del bosque umbroso
las horas inquietaban y el reposo
a la viajera excelsa soberana!

Viajaba así, viajaba perseguida
sin encontrar las formas de su anhelo;
allá, rasgando de la sombra el velo,
cayendo aquí, por el dolor herida!

Empero al sucumbir a tanto daño
omnipotente JOVE a su criatura
el grito al escuchar de la amargura
le dio por compañero al Desengaño.

Entonces ¡Oh Virtud! Virtud deseada
te vio lucir gallarda el Alma ansiosa
a través de una lágrima ardorosa
que de sus ojos ¡ay! brotó callada…

Que el Desengaño ¡Juez de la Conciencia!
enseña misterioso al peregrino
de la Virtud el eternal camino
trazado por la augusta Providencia!

Bogotá, mayo de 1882.
Publicado en: Papel Periódico Ilustrado,
número 18, del 10 de junio de 1882.
Bogotá, Estados Unidos de Colombia, 1882.


Favio

En estos campos del Istmo que circundan
colinas verdes que del llano brotan
y los cimientos en que bellos flotan
los lirios rojos que en el valle abundan;
Aún toca Pan la flauta seductora,
los mitos y ficciones evocando.
El eco infeliz la voces remedando
Encanta al pueblo que la ciencia ignora.
Y aquí no lejos Favio! de este muro
de las Nereidas en la mar cercana
aún se oye el canto melodioso y puro
que en dulces ritmos de la gruta emana
que su furor detiene el alto muro.
Allí en las fuentes mansas admiradas
que llevan su caudal al mar lejano
oigo a Nereidas y Ninfas jugueteando
levantando en los cauces de la espuma
sus blancos copos transformados en bruma
y escucho la candencia de aguas cristalinas
dó tu imagen, Oh!, Favio se refleja y se empina
al mágico clamor que en soledad me abruma…

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


A Josefina Reyes

(Semblanza)

Lanzó un suspiro en su constante anhelo
el alma triste a la orfandad unida,
que a Dios llevara en su plegaria al Cielo.

Y con bruma creciente convertida
la lágrima rodaba fervorosa
hacia la cumbre alzárase impelida.

Brotaste entonces del Ideal, hermosa,
hija del alma en su constante anhelo
que Dios formara para ser la Diosa
de inspiración fecunda en este suelo.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


A Paulina Samper

(Semblanza)

En la preciosa finura
de tu rostro en que rebosa
el blanco de nieve pura
de tus ojos misteriosa.
La Luz  del alma más bella
como lumbre de una estrella
se refleja y con usura
me oculta tu faz hermosa.

Bogotá, Diciembre de 1882.
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

La Adultera

Tienes como Luzbel, formas tan bellas,
que el hombre  olvida, al verte enamorado
que son tus ojos negros dos estrellas,
veladas por las sombras del pecado.

Y no turbes hipócrita, el reposo
del pobre hogar que con tu falta escudas,
porque a besar te atreves al esposo
como besaba a Jesucristo Judas.

¡Y aún sus flores te dan las primaveras,
y ya tienes el alma envilecida!
Ya llegarás a ver aunque no quieras
el horizonte obscuro de tu vida.

Desdeñas los sagrados embelesos
del casto hogar, de la mujer honrada
y audaz ostentas al vender tus besos,
las llamas del infierno en tu mirada.

Manchas el suelo que tu planta pisa,
tú manchas lo que tocas con tu mano;
Te dio Lucrecia Borgia su sonrisa
y Mesalina su perfil romano.

Brota el deleite de tus  labios rojos,
se aparta la virtud de tu presencia
porque negros, más negros que tus ojos
tienes mujer, el alma y la conciencia.

Rosas de abril parecen tus mejillas,
mármol de Paros tu ondulante seno;
más ¡ay! que tan excelsas maravillas
son de barro no más, no más de cieno.

Reina del alma, tienes por diadema
la infancia que con nada se redime
¿El pudor?.  Es un ascua que te quema.
¿El deber?. Es un yugo que te oprime.

Tienen las gracias con que al mundo halagas
precio vil en mercados repugnantes,
y te envaneces de cubrir tus llagas
¡con sedas recamadas de brillantes!

En este siglo en que el honor campea,
no te ha de perdonar ni el vulgo necio,
Hieren más que las piedras de Judea
los dardos de la burla y el desprecio.

Mañana, enferma, pobre, abandonada,
de la mundana compasión prescrita,
el honor, cuando mueras humillada,
sobre tu tumba escribirán: ¡MALDITA!

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.



Sin un amigo


A Montesinos

Ha tiempo que vago sollozando
en pos de una ilusión,
buscando un ser que sepa consolarme,
con quien poder a solas desahogarme
y abrirle el corazón.

¡Y irá lento, después apresurado
ya alcanzo mi ilusión!

Y como aquel que corre al horizonte,
creyendo unido el cielo con el monte,
os sirvo de irrisión!

Y incansable prosigo tras mi dicha
y avanzo con ardor.

Ya la distingo… Vedla, ya me espera…
y engañosa, cual sombra pasajera,
Me deja en el dolor.

Y de tanto buscar, al fin encuentro
que es loca mi ambición;
que en este mundo de olas y vaivenes,
de amigos, ¡ay!, el hombre solo tiene
su propio corazón.

1879. Bogotá.
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


Placer y Dolor

A la sombra de
Ezequiel Rojas.

¡Cuán dulce es el placer!
¿Quién no ha sentido su impulso vigoroso?
¿Quién de la senda del placer ha huido,
buscando de la cresta lo escabroso?
¿Quién de la vida, estúpido deshecha,
de la felicidad el fin? ¡Y cuanta brecha
no se abre en batallar por conseguirlo!
Y al dejar de la vida la ribera,
¿Quién piensa en maldecirlo,
Si es el cielo aspiración postrera?

Nadie busca el dolor; el pobre al rico,
al blando de mollera, al ignorante,
al ortodoxo, al brahama, al protestante,
a nadie de este crimen purifico.
Esta es ley natural; la gran tendencia
del hombre a ser feliz es conocida!
la pena, por ninguno apetecida,
se sufre resignado, y con paciencia,
por evitar intensas pesadumbres.

Es esta la virtud; si allá las lumbres
de un placer más complejo nos espera,
o si del ideal precioso se enumeran
los tintes adornados de un matiz,
se desdeña un placer, se sufren los dolores
que sobrevienen…En cambio, los albores
se acercan de una vida más feliz.
Ni los sabios, ni místicos dejaron
la senda ya trazada.  La abnegación
del mártir, del héroe la pujanza,
se templan al fulgor de la esperanza
de conseguir un bien.


¡Oh luz de los ideales!, te agasajan
en el penar vaivén,
porque es cierto que el hombre, en la  existencia,
a de buscar placer a toda hora,
y que ésta es del vivir la humana ciencia,
la ciencia que la dicha aquí atesora.


La muerte de Jesús en el Calvario;
la muerte de Ricaurte por la Patria; 
de todos los que tienen un sudario
que ofrecer al mundo,
no ha sido de sufrir; en lo profundo
de esa vida oculta que tenemos,
en que la lucha en instinto con la idea,
brilla una luz en torno; esa es la tea
de un ideal de goce anticipado,
que el déspota brutal de la materia
apaga casi siempre en el malvado.

Esta es la ley, la ley a que sujetas
viven las almas.  Los ascetas,
cual los estoicos, buscan el placer;
y todos en el mundo sometidos
a la ley de Natura poderosa,
encuentran que el placer de los sentidos
nos lleva hacia la cumbre deliciosa
de la dicha moral; que nada innato
nos hace derramar lágrimas viva
cuando al nacer la queja es aflictiva
por la impresión primera dolorosa.

El placer es el fruto de la ciencia
que la Naturaleza misma nos revela;
y que el engaño vive en la tutela
del engañoso error, y, sin prudencia,
infringe los mandatos de Natura,
impune no se queda; el goce, la ventura,
cámbianse pronto en el dolor acervo
que la infracción procura,
pues en la vida innata que pasamos
el llanto y el dolor son el destino
de todos los que erramos
en conocer, del goce, el buen camino.

¿Y cuál es esta senda codiciada
en que yerran los más?  Y la morada
del hecho primitivo?, cuando es bueno?
¿Se debe acaso, vivir como Silino,
en la embriaguez fatal,
porque procure goces la bebida
y en somnolencia el alma entorpecida
se finja liberal?.

¿O produce también crueles dolores
el hecho de embriagarse con licores?
¿Qué enseña la moral?
Que si es menor el goce que la pena,
la copa que libamos envenena
nuestra vida en total.

Es esta la doctrina que aprendemos,
pues al volver los ojos, siempre vemos
Que esa es ley natural;
que vive con el hombre, con la planta,
con el malvado neto y con la santa;
en la región del Este, en el Boreal.
Por eso la instrucción aconsejamos
86 Antología de Panamá.
Para apreciar de un hecho en que nadamos,
la consecuencia triste y la feliz,
y escapar de la pena que produce,
el saborear el goce que seduce,
sin inclinar jamás nuestra cerviz.

¡Oh, fuente del placer deseado!
Delirio del asceta siempre ha sido
cegar su manantial,
porque ignora en su intento malhadado
que inerte solo ha sido
el que pasión no tiene;
que el placer es más dulce, más sabroso,
y ni un suspiro cuesta, ni un sollozo.

¿Quién niega esta verdad?  Pues el progreso,
al trabajar el hombre, ha consistido
en que le cuesten menos alaridos
las conquistas del mundo; el retroceso
es sufrir y aguantar el duro peso
de la Naturaleza sola, sabia y fuerte,
que en premio de ignorancia hasta la muerte,
sin lujo ni aparatos
ofrece al que no cumple sus mandatos.

¡Virtud, virtud!, por eso yo te amo;
por eso tus caricias yo reclamo
para alegrar mi triste juventud;
y al llegar de la tumba a la ribera,
espero que tu luz, que reverbera,
alumbre mi ataúd.

1880.
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


El Nuevo Rosal


En la mañana de un abril florido,
al asomar del sol los resplandores,
una tras otra deshojar las flores
te vi gozosa del rosal querido.

Las hojas antes bellas, marchitadas,
envueltas por el aire en torbellino,
rodaron al recodo del camino
y en polvo allí quedaron sepultadas…

Llegó la noche.  Al extender su manto,
la lluvia de los cielos regalada,
a la tierra del huerto afortunada,
cayó propicia, cual copioso llanto.

Y al fecundar el suelo del camino,
donde las hojas fueron sepultadas,
de aquellas  lindas flores arrancadas
nuevo un rosal apareció divino.

Que nunca la semilla misteriosa
muere en la flor que deshojada fuere.
Cual la virtud proscrita, nunca muere,
y brota en nueva planta prodigiosa.

Bogotá, abril - 1882
Publicado en: Papel Periódico Ilustrado,
número 13, del 15 de abril de 1882.
Bogotá, Estados Unidos de Colombia, 1882.
 


A Pirra

(Oda imitada de la de Horacio “Quis multa gracilis…)

¿Quién es, ¡Oh Pirra! el lindo rapazuelo
que en lubrico retrete (1) enamorado,
de esencias delicadas perfumado,
a su seno te estrecha con anhelo?

¿En obsequio de quién, dime, hechicera,
anudas bajo el viento voluptuosa,
sin pompa engalanada y primorosa,
las trenzas de tu rubia cabellera?

¡Ay! cuantas veces llorará abatido
adversas ya a sus votos las Deidades,
el crédulo a quien ora tus beldades
arrastran y embelesan aturdido!

¡Ay! cuantas al buscar y de ansias lleno
pendiente de tus labios la ternura,
el mísero a quien prenda tu hermosura,
recogerá en tus besos un veneno!

Hoy en tus ojos cándida, amorosa,
de halagos brinda un cielo tu mirada,
no tarde arrugarás el ceño airada
pues eres, como el viento, caprichosa.

Guarte, marino! guarte en mar serena!
que leves hoy sus ondas veleidosas,
mañana por el Euro tormentosas
la costa mostrarán de sirtes llenas.

Yo aquí en la playa náufrago contemplo
el fuerte olear. . . estremecido
y húmedo el manto cuelgo, arrepentido,
sobre los plintos de marino templo!

Bogotá, julio de 1882
Publicado en: Papel Periódico Ilustrado,
número 33, del 31 de enero de 1883.
Bogotá, Estados Unidos de Colombia, 1883. 
NOTA: (1) Retrete : En desuso, equivalente a recinto o cuarto.


La Esperanza


Brilló en la nada el rayo de la vida
hirió al pasar la sombra pavorosa
y allá a lo lejos, para el bien nacida
te vio el anhelo aparecer grandiosa.

El suspiro cayó, que el pecho anida;
secose el llanto de la faz llorosa,
y el alma excelsa, en el vaivén herida
luchó hasta el borde de la negra fosa.

Que así en la muerte al encender tu llama
huye la duda y el dolor fallece
y aliento infundes a la misma Fama;

Virtud concedes, que a tus plantas crece;
al Vicio matas cuando airado brama,
y ni en la tumba tu fulgor perece.


Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.
Versión original, publicada en: La Miscelánea de Medellín.


A la Naturaleza


Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire.

Qué hermoso es cuando en copos
de las inquietas llamas
oirás que en el oscuro abismo
ver las rojizas llamas agitarse.

Qué hermoso es, cuando hay sueño
Dormir bien y roncar como un sorchantre
y comer. . . y engordar, y que desgracia
que esto no solo baste. . . . . . !

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

Al escuchar tu Historia


Hallábase la mar indómita dormida
y nuestra barca próspera, velera
vagaba silenciosa y placentera
por las cerúleas ondas atrevida.

Yo en tanto que el lumbroso firmamento
hermosa Febe, rápida cruzaba,
la historia de Endimión te recitaba
de Salmos en la gruta, soñoliento.

Tu, candorosa, de virtudes llena
escuchabas con la gracia cansina.
La niebla en el orto cenicienta
cenicienta en el orto la neblina.

En mi hombro reclinada la cabeza
y suspirando con melancolía
al escuchar la historia de nobleza,
me mirabas inquieta y te reías.

La noche estrellada iba pasando
el silencio quebró mi fantasía,
al despertar la bella aurora
en la preciosa barca, murió mi fantasía.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

Vidas Divergentes

                                                         I
Palabras de amor que entonas
con encendida pasión.
Dime si son voces tuyas
gritos de tu corazón.

Palabras, dulce consuelo
que pronuncias al mirarme.
¿Dime si son los hechizos
con que quieres fascinarme?


Ante tu amor encendido,
mi corazón se rindió.

II

Tuyo soy, no te resisto.
Embrujado por tus cantos
te entregué toda mi vida
y olvidé todos mis llantos.

III

Un mal día
con un perverso te vi,
no eran celos, si fue ira
lo que me hiciste sentir.

Y te aparté de mi lado
y en otro amor encontré
calma, sosiego y dulzura
lo que junto a ti no hallé.

Y fueron mis años mozos
ternura de blandos nidos.
Mi corazón lleno estaba
nunca lo sentí vacío.
Olvidando tus borrascas
serena paz encontré.

IV

Fueron pasando los años
de locura y de pasión,
Tú, derrochando la vida,
yo colmado de ilusión.

Ilusión bendita y santa
que en otro amor encontré
mis amores florecieron,
tú estéril, ingrata, infiel. . .

Nuestras vidas divergentes
nuestros destinos también.

Mis hijos fueron los brotes
de mi ternura y amor,
trasiego de nuevas dichas
colmaron mi corazón.

Mientras tanto, tú vivías
en perpetua soledad,
sin fijar rumbos de ensueños
amando la libertad.

V


Un día la hallaron muerta
por su descanso recé.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.
Panamá, 1956.





La Cruz


El mar, inmenso cofre
de múltiples tesoros
besa la playa tibia,
polvo de arena y oro.

Tienen sus ensenadas
caricias de mujeres,
sus costas, la risueña
verdor de los vergeles.

El Cristo que mi abuela
colgó sobre mi cuello
cayó sobre la arena
y fue aquello

motivo de algazara,
que junto a mí veía.
Se mofaron del Cristo
que del pecho pendía.

Y lleno de coraje
en ira sumergido.
Miré el Cristo de oro
y pregunté atrevido:

Decidme: entre vosotros
no existe un buen nacido?
¿Por qué esta cruz bendita
a risa os ha movido?


Callaron todos, y mis ojos
del color del acero
retaron a los hombres
con encono y despecho.

¿No tenéis en la casa
algún santo trofeo
que os señale y recuerde
un culto, un amor, un deseo?

Un viejo liberal, recogió el Crucifijo
paso la vista a todos, los miró
y con temblor de labios
y aleteo de manos, lo besó.

Después, besaron todos
el Cristo de la abuela
que en mi pecho campea
sin caer, desde la tarde aquella.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.
Panamá, 1956.


En el Álbum de Doña Elvira
R. de Vernacci


Vana es esta pretensión.
De escribir, Señora, en verano.
Pues del poeta en reverso
será mi pobre canción.

Más como en verso empecé
y no es de borrar lo hecho,
Corazón!  A lo hecho pecho:
perdona mi insensatez.

Decirte quiero en mi ofrenda
que fragante y florecida
es la senda de la vida. . .
De tu vida, hermosa senda.

Pareciera que a tu paso.
En verdad nacieron flores
y brillaran los albores
de un sol que no tiene ocaso.

Tienes talento, hermosura
y donaire. . .Oigo un gorgeo.
En tu voz y en tus ojos veo
bondad y dulce ternura.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.  Panamá, 1956.
Versión original, publicada en: La Estrella de Panamá,
del 26 de noviembre de 1922.