domingo, 1 de noviembre de 2015

DEMETRIO KORSI


Incidente de Cumbia


Con queja de indio y grito de chombo,
dentro de la cantina de Pancha Manchá,
trazumando ambiente de timba y kilombo,
se oye que la cumbia resonando está...

Baile que legara la abuela africana
con cadena chata y pelo cuscú;
fuerte y bochinchosa danza interiorana
que bailó cual nadie Juana Calambú.

Pancha Manchá tiene la cumbia caliente,
la de Chepigana y la del Chocó,
y cuando borracha se alegra la gente,
llora el tamborero, llora Chimbombó...

Chimbombó es el negro que Meme embrujara,
Chimbombó es el negro de gran corazón;
le raya una vieja cicatriz la cara;
tiene mala juma y alma de león.

Y el tambor trepida! Y la cumbia alegra!
Meme baila... El negro, como un animal,
llora los desprecios que le hace la negra,
y es que quiere a un gringo la zamba fatal!

Como un clavo dicen que saca otro clavo,
aporrea el cuero que su mano hinchó;
mientras más borracho su golpe es más bravo;
¡juma toca cumbia, dice Chimbombó!...

Vengador, celoso, se alza de un respingo
cuando Meme acaba la cumbia, y se va
-cogida del brazo de su amante gringo-
rumbo al dormitorio de Pancha Manchá.

Del puñal armado los persigue, y ambos
mueren del acero del gran Chimbombó,
y la turbamulta de negros y zambos
siente que, a la Raza, Chimbombó vengó...

Húyese hacia el Cauca el negro bravío
y otra vez la cumbia trepidando está,
pero se dijera que no tiene el brío
de la vieja cumbia de Pancha Manchá...

Es que falta Meme, la ardiente mulata,
y es que falta el negro que al Cauca se huyó;
siempre habrá clientela y siempre habrá plata,
¡pero nunca otro hombre como Chimbombó!

Parque de Santa Ana


Parque de Santa Ana,
por tu pasado y por el porvenir.
¡El primer monumento nacional!

La iglesia se yergue mirándote.
Anoche un negro se casó:
iba vestido de guantes blancos
y una sonrisa blanca.

Mi padre fue un trabajador,
un capitán de dragas, un lobo de mar.
¡Salud, capitán!
En los rompeolas hay algo de sus bíceps,
pulseaba las mareas,
era un experto en horizontes.

!Salud, capitán!
Me infunde pensamientos profundos
el hombre que llegó en aventurero
para engendrar al hombre que le canta al Canal.

¡Canal! Guión de inmensidades,
norte, sur, este, oeste.
¡Oh grúas, que desentrañan los Andes!
¡Oh esclusas, matrices del progreso!
El mundo es Panamá.

¡Campanas de Santa Ana!
Más dulces que los ángeles,
nos cantaron la primera canción
y acaso acompasen la canción del olvido
con el adiós de las palmeras.

El Parque de Santa Ana es el pueblo,
el verdadero pueblo.
Cordialmente allí somos amigos y enemigos,
nos queremos y odiamos con fraternidad.

La iglesia nos vio a todos pequeños.
¡Cuán inverosímil la infancia!
¡Quién pudiese vivirla otra vez
en ti como entonces, Parque de Santa Ana,
levadura de Panamá!

¡Soy el poeta del barrio de Santa Ana!
Ese es mi orgullo. Aquello es mío.
El carretero ha sido mi compañero,
la sirvienta ha sido mi camarada.
Yo conozco los blancos, los negros, los mestizos,
a cada cual le sé su vida y milagros.

Soy auténtico, soy trascendental.
Soy un pedazo del pueblo.
¿Quién no me conoce en Panamá?
Desde el limpiabotas al Presidente.

Señores: Yo necesito el Porvenir...

Post Umbra

Yo no quiero los mármoles
ni una estatua como esa
que en aquel parque me enseñaste, en tanto
me hablabas de la joya de una tienda.

Yo quiero algo más hondo,
más tuyo, más eterno:
¡yo tan sólo quisiera
vivir en tu recuerdo!

Ofrenda

Salve, amiga primorosa
de lindo talle gentil:
tu boca es de seda y rosa,
tu frente es níveo marfil!

Tu imaginación brillante
ha visto en un sueño azul
una Bagdad deslumbrante,
y un esplendente Estambul.

¡Quién fuera la fantasía
de esta blanca niña bella,
cuya pupila, es la estrella
que nace al morir el día!

Es tuyo mi corazón:
hay en él ruidos de espuma,
y maravillas de bruma
y prodigios de ilusión....

El es amoroso y triste,
y dentro tengo escondido
¡lo mucho que te he querido,
lo poco que me quisiste...!

Nunca Mía

Soñé que en las instancias de mi ruego
tu amor me prometiste enamorada,
y al brillo de la luz de tu mirada
para siempre quedé tu esclavo ciego.

Al estrecharte entre mis brazos luego
hiciste alarde de la fe jurada,
y con tu boca ardiente y perfumada
me contagiaste tu pasión de fuego.

Mas todo era un engaño torturante,
vana ilusión que vio mi fantasía
en ese paraíso de un instante:

¡Porque lejos de mí, ceñuda y fría,
llenas de hiel mi corazón amante
siendo de todos, pero nunca mía....!

Ibero-América

La América Latina al fin se ha unido
a España en una conjunción que abraza
todas las glorias del león vencido
y las grandezas de la nueva Raza.

Es un tumulto espléndido y temido
que toda bárbara invasión rechaza;
¡y ya el pendón hispánico en olvido
al pabellón de América se enlaza!

España tiene la gloriosa palma,
y el mundo de Colón, fuerte y jocundo,
junto al alma española ha puesto su alma...

¡Dios, desde arriba del azul profundo,
las mira y piensa con suprema calma
que ambas serán el porvenir del mundo!

La Cumbia se Baila al Son

El negrito Chimbimbembe
y la negra Cumbimbamba
bailan la cumbia al son
de sus caderas mulatas...

Sudor fuerte y carnaval,
con aguardiente y con ron,
en el patio de los congos
y el barrio del Marañón.

¡cumbia! , con tambor y vela,
que es alma del arrabal,
canción de sangre, que moja
las esclusas del Canal.

¿Adónde voló el cuchillo
conque mataron al gringo?
¡Y nadie supo quién fue...!
(La noche borracha es cómplice
y no sabe hablar inglés!)

¡Cumbia!, música que alegra
con aguardiente y con plata!
tu alma es dura, triste y negra,
y tu noche siempre mata.

¡La cumbia se baila al son
de unas caderas mulatas!


Visión de Panamá

(De 4 a 6 de la tarde, del Banco al Cruce)

Gringos, gringos, gringos... Negros, negros, negros...
Tiendas y almacenes, cien razas al sol.
Cholitas cuadradas y zafias mulatas
llenan los zaguanes de prostitución.

Un coche decrépito pasa con turistas.
Soldados, marinos, que vienen y van,
y, empantalonadas, las caberetistas
que aquí han descubierto la tierra de Adán.

Panamá la fácil. Panamá la abierta,
Panamá la de esa Avenida Central
que es encrucijada, puente, puerto y puerta
por donde debiera entrarse al Canal.

Movimiento. Tráfico. Todas las cantinas,
todos los borrachos, todos los fox-trots,
y todas las rumbas y todos los grajos
y todos los gringos que nos manda Dios.

Diez mil extranjeros y mil billeteras...
Aguardiente, música... La guerra es fatal!
Danzan los millones su danza macabra.
Gringos, negros, negros. gringos.... ¡Panamá!

Adoración

Aunque te vayas, cual se aleja una ola;
aunque te pierdas, como un ala al viento,
en mi vivir siempre serás la sola
mujer que esclavizó mi pensamiento.

Como el lucero tras la reja oscura,
como la rosa que al otoño ensalma,
fuiste un toque de luz en mi pavura,
fuiste un soplo de abril para mi alma.

Cuando te aturda el mundanal barullo,
cuando te busque sin poder hallarte,
sumido en ti broquelaré mi orgullo,
y si yo caigo... me alzaré al pensarte.

Donde tropiece mi errabunda planta;
donde me encuentre, de dolor transido,
será mi numen tu palabra santa,
balsamarás mi corazón herido.

Otoño Soy

Este otoño que en ser galante insiste,
este otoño angustiado de promesas,
quiere alegrarse y sin embargo es triste
y me engaña otra vez cuando me besas.


Este otoño es cruel, verja florida,
por dentro es sombra, vencimiento, nada.
Su última rosa morirá afligida,
si no tiene el calor de tu mirada.

Y pues yo soy otoño, ven y toca
mi frente mustia, mi canción doliente;
tú, primavera y besos en mi boca;
yo, madrigal; yo, rosas en tu frente.
Otoño, ya llegaste, y me venciste
con tus anacreónticas promesas.
Otoño soy también, otoño triste,
pero menos otoño si me besas...

Los Ruiseñores Ciegos

En jaula de oro su prisión tenían
mis ruiseñores, aves melodiosas
que honda nostalgia del azul sentían
en el tibio jardín, donde las rosas
—embriagadas de sol— languidecían. . .

Yo era perverso, como un Borgia altivo.
Vasta y rugiente orgia fué mi historia
sólo sabe Dios por qué estoy vivo;
¡pero de toda soñación cautivo,
de odio cegué y enloquecí de gloria!

Y constelé mi corazón de ensueños,
aunque la carne, el ídolo de lodo,
fué el más constante de mis dulces dueños:
pero salvé el tesoro de mis sueños,
de azul sonámbulo Y de amor beodo.

Hice un lindo jardín en mi palacio
para escuchar mis pájaros en calma,
y, bajo un cielo de ópalo y topacio,
pensé que era más grande que el espacio
el glorioso infinito de mi alma. . .

Los ruiseñores, en sus jaulas de oro,
de sus arpegios el gentil derroche
oír dejaban en sonoro coro,
cuando de los luceros el tesoro
fulgía entre las sombras de la noche.

Mas, al llegar el alba, entristecían
esas aves. . . que quedaban silenciosas...
Y honda nostalgia del azul sentían
al ver que las estrellas se dormían
al despertar en el jardín las rosas.

Ansié una tarde disfrutar los magos
arpegios dé mis pájaros cantantes;
en esa tarde azul, los cisnes vagos
se hubieran dicho lirios ambulantes
sobre el cristal de los dormidos lagos. . .

Pero los ruiseñores no cantaron. . .
—¡Más me valiera —dije— tener cuervos!
Y furiosas mis manos se crisparon,
y, a mi mandato de crueldad, temblaron
los colosales y desnudos siervos.

Sacáronle los ojos a los suaves
cantores de la gloria y la armonía,
con un largo alfiler, los siervos graves;
¡y a sus cuencas sin ojos, esas aves
sintieron que la noche descendía!

Desde entonces, sus trinos no han cesado. . .
¡No necesitan escuchar mis ruegos
para entonar su cántico exaltado!
¡Y cada día estoy más encantado
con mis preciosos ruiseñores ciegos!


Del libro: 
Tierras Vírgenes


Héroe Antiguo

Me contaron de un indio, fiero y bravío,
que vivió en otros tiempos casi olvidados,
y creí desde entonces que era algo mío:
¡uno de mis maternos antepasados!

Las selvas primitivas eran estrechas
para él, con sus mujeres y sus guerreros;
tanta fue su pujanza que con sus flechas
hizo blanco en la frente de los luceros!

Quise ir hasta la luna. . . Con su piragua
salió al mar, tras el logro de otra fortuna,
y sorprendió el momento en que, al ras del agua,
del cóncavo horizonte se alza la luna.

Pero llegó muy tarde: como un tesoro
subió por el espacio la luna grata;
con los brazos abiertos, en busca de oro,
vió al boga. . . en la blancura de un mar de plata. . .

Para en urnas hieráticas poder tenerlas,
buceó, en las honduras del océano,
las más imponderables, fastuosas perlas,
¡las hurtó a sus conchas con brusca mano!

Su fuerte dentadura, firme, incisiva,
mordió corales, rojos como un desangre,
y vio que los corales, cual carne viva,
al trozarlos sus dientes... ¡manaban sangre!

¡Indio fiero, no tuvo jamás descanso!
Las noches tropicales, claras y bellas,
le hallaron junto al aro de azul remanso
con sus redes de oro, ¡pescando estrellas!

¡Olió, sin embriagarse, malignas flores,
porque lo resguardaban sus talismanes,
y fue a la caza heroica de los cóndores
que volaban más alto que los volcanes!

Las más enardecidas tribus viriles
probaron de sus armas el recio yugo;
cuando se sublevaron, vieron hostiles
que él era insuperable como verdugo.

Llegaba atropellando selvas y brumas
con sus predominantes conquistas bravas,
mientras, como en un cromo, ágiles pumas
seguían el cortejo de sus esclavas. . .

De noche, en las profundas selvas hurañas
o en lo más intrincado de los manglares,
escalofrió el silencio de las montañas
¡flechando las pupilas de los jaguares!

Cacique pensativo de tribu ambigua,
afirmaba sus plantas con entereza,
porque lo autorizaba su estirpe antigua,
¡porque era un convencido de su grandeza!

Catástrofes y triunfos llenan su historia,
risas y maldiciones, sangre y orgía...
Y pienso que he vivido su excelsa gloria
¡y su grandeza bárbara la siento mía!

Y es por eso que envidio la invicta palma
que del héroe circunda la altiva frente:
¡me parece que en mi alma palpita su alma,
y es que de su abolengo soy descendiente!

Del libro: El grillo que cantó sobre el Canal


Caballos

Son fuertes los corceles. Cruzan por la llanura
bajo el fastuoso incendio del cielo matinal
y el choque de sus cascos contra la tierra dura
forma una pavorosa trepidación bestial.

Son fuertes los corceles. Su impávida figura
muestra en las curvas finas la estirpe divinal.
Pasan —modelos vivos de bárbara escultura—
sorbiéndose las ráfagas del aire tropical.

La selva los conoce. Los ama la floresta.
La solitaria pampa vio una estruendosa fiesta
cuando en tropel migraron, formando una invasión. . .

Y, soberanamente magníficos y grandes,
dijéranse los hijos de Ixión y de los Andes,
con crines montañosas y patas de ciclón.

Del libro: El Palacio del Sol


José El Tamborero


Como José el tamborero
no lo habrá en el Interior.
Cuando tocaba tambor
se alegraba el pueblo entero.

En el pueblo o en los llanos,
desde lejos, se sabía
cuando José le ponía
al tosco tambor las manos,

Y la caja, musical,
en medio del socavón,
reía y lloraba, cual
si tuviera corazón.

José amaba la bebida
con furor, desde muchacho,
y perdió toda su vida
cantando. . . y siendo un borracho.

¡Eso era saber beber!
Y así cuando se jumaba
José en su toque lloraba
por una ingrata mujer;
mas nadie llegó a saber
a qué mujer él amaba,
porque su, amor fue discreto,
callado, triste y sufrido
amor que nació escondido
y que se murió en secreto. . .

José, al pegar sobre el cuero,
casi loco se volvía,
y con su melancolía
se alegraba el pueblo entero.
Como José el tamborero
no lo habrá en el Interior.
¡Eso era tocar tambor!

Del libro: Los gringos llegan y la cumbia se va


Glosa

¡La juventud se suicidó sonreída
con el ron del país
mulatas de la calle 17,
cumbia de Pedregalito!
Me sonreías desde el balcón
la caja de música del bachiche
tintirineaba los valses
la responsabilidad de la tarde
(un 30 de Febrero?).
¡Rumberas del cabaret,
noches de bailamono y cocobró!
La historia de esas mujeres se asoma al Canal.
Una se suicidó frente a un espejo
otra tiene un hotel en Marsella.
Y, ¿qué importa?
Quiero ser vaporino, iré muy lejos,
yo compraré en los puertos tu sonrisa.

Del libro: Cumbia



Nocturno en Gris

Lo gris se vuelve lluvia por la noche,
y esos muertos quisieran un gabán
para arropar sus sueños bajo tierra.
Al otro lado de la calle, un muro
con su verja de hierro, hecha exprofeso
no para que contemplen el mutismo
de tanta cruz anónima sin flores,
sino el parque de mármoles que encierra.

Las dos de la mañana. Insomnio errante
me empuja a un téte-a-téte con esta esquina
donde como una pústula del vicio
sórdidamente se abre una cantina.
Nueva generación de bebedores,
está en pie. . . Los otros, dónde están?
Todo igual. Solo yo no soy el mismo.

Una vez me embriagué en esta cantina.
Cantaba una mujer, bella en su tiempo,
que aún era como un bello anacronismo.
Descuartizaba un tipo en la guitarra
un valse como un clásico jigote.
Los dos ansiaban un pequeño lote,
ambos creyendo que la vida es buena.
Trabajaban los dos, sólo por eso.
Se embriagaban, después de la faena,
y ella escupía si él le daba un beso.

Tanta lucha por un pequeño lote
y tanta tierra que hay para los muertos.
Tanto afán de cantar con la guitarra
y nadie al fin se llevará ni un ruido.
Ya nadie canta. Para qué, si hay discos?
Son baratos: se tocan por un real.
Toque, toquen, que pronto habrá silencio.
Lo gris se vuelve lluvia por la noche.

El silencio es de un gris casi mental.
Una vez me embriagué en esta cantina,
hace ya un poco más de treinta años.
Todo, igual. Sólo yo no soy el mismo.
Cantaba la mujer y se reía.
Triste, fatal, como una rosa trunca.
La noche no se iba, enamorada
también de la mujer. Entre las copas,
aquella noche no acaba nunca,
lejos, cerca, como una lejanía. . .

Triste, fatal mujer, ni tan siquiera
queda ningún mal hombre que la nombre.
A veces, la recuerdo, cual sí
fuera un disco roto en medio de un derroche
de juventud. Ni yo me atrevería
a tocarla otra vez, pues me hace falta
el real de juventud de aquella noche.

Entre el silencio de lo gris, está ella.
En lo más gris de su silencio, es barro;
ese barro común, conque a los muertos
cubren con reiterado despilfarro.

No tan alto, sombrío, se alza el muro
con su verja de hierro, hecha exprofeso
no para que contemplen el mutismo
de tanta cruz anónima sin flores,
sino el parque de mármoles que encierra.
Todo igual. Solo yo no soy el mismo.
Nueva generación de bebedores,
está de pie... Los otros... Dónde están?
Lo gris se vuelve lluvia por la noche,
y esos muertos quisieran un gabán
para arropar sus sueños bajo tierra.

Del libro: Nocturno en gris



La Ausente

La noche te acogió como un asombro.
Te fuiste, ingenuamente solitaria.
Nadie supo por qué. Cuando te nombro,
tu nombre es en mi boca una plegaria.


No te hice nada, y tú también te has ido.
No tendré más tus manos ni tu frente.
Andarás por ahí. Te habré perdido.
Me olvidarás, estando tan presente.


Hubiera sido un ademán bastante
para que, en nombre de los días buenos,
fuera sin acritud aquel instante
y más amable mi tristeza al menos.



La indiferencia azul de tu mirada
como un puñal en mi ansiedad hundiste.
Dijiste “adiós”, como quien dice nada.
Eras mi amor, y tú también te fuiste.


Como el pomo de esencia, en la gaveta
de una cómoda antigua, así has dejado
-con tu recuerdo de fugaz coqueta-
mi pecho, para siempre, perfumado.


Anacrónicamente, querré verte.
Mi corazón, al que llegaste tarde,
muy viejo ya será para quererte;
para olvidarte. . . más y más cobarde.


Parece que la noche llora, afuera.
Acaso ella te vio cuando te ibas. . .
Yo nada te pedí, ni tan siquiera
que alguna vez una postal me escribas.


Del libro: Nocturno en gris



A Panamá

Este eslabón del Continente
es mi tierra natal,
es el Istmo por donde se filtran las razas
para ver los dioramas del Canal;
es el pigmeo
que con su abrazo ahoga al titán,
y es uno de los objetivos
de los que forjan servidumbres en nombre de la libertad!

Republiquita microscópica,
ombligo del mapamundi, brújula de la eternidad,
puente de la conquista,
faro de la inmensidad,
ya todo tu destino lo adivinó Bolívar
con su visión super-genial,
y en el porvenir te mira tu Poeta,
urbe continental!

La California en tu camino de Cruces
le abrió el Oeste a la humanidad
y las inmigraciones viajeras
hasta el final del mundo te bendicen, Panamá.

No veis al futuro humano
por esta ventanita universal?
“Pro Mundi Beneficio”.
(Qué barbaridad!).

Del libro: Cumbia




A la Bandera


Bandera que tremolas, como ligera
ala  que se despliega; !bandera mía!,
al cielo de mi patria yo te añadiera,
para que tú le dieras más alegría. . .

Bandera panameña, que en raudos giros
como en un triunfo flotas, y altiva subes,
pues pareces movida por los suspiros,
por los tenues suspiros de los querubes.


Como en la hirviente cumbre de un oleaje,
pareces en las astas ir ondulando,
y es nacional la ofrenda del homenaje
¡porque tú  eres la patria que va pasando. . .!


Yo quisiera en mis ansias llevarte arriba,
arriba de los techos para lucirte,
y aunque estuvieses hecha toda una criba,
la bandera serías de más estirpe.

Y si alguna potencia quiere humillarte,
y si muchos cañones te obligarían,
no hubiera panameño para bajarte
¡porque sin manos antes se quedaría!


Bandera que tremolas, como ligera
ala que se despliega, bandera mía,
al cielo de la patria yo te añadiera,
¡para que así le dieras más alegría. . . !

sábado, 31 de octubre de 2015

BELISARIO PORRAS

Ave marina

Ave marina que la blanca espuma
del mar salado salpicando vá
pájaro triste de la parda pluma
donde la luz de mi esperanza está.

Ella del frío se guardó en tu pecho
tú de sus besos impregnada estás,
por eso el ave al extender su vuelo
aroma suave a los Aliseos dá.

Ave marina que la blanca espuma
del mar salado salpicando va
pájaro triste de la parda pluma
donde la luz de mi esperanza está.

Dile amorosa que la pena es mucha
dile que la vida se me escapa ya,
más ay! detente pajarillo, escucha
y lleva mi alma que gimiendo está.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.





El Desengaño

Caminaba en la senda de la vida,
al despertar, y de esperanzas llena,
audaz el Alma en la eternal faena,
buscando el Bien en la extensión perdida.

Más al seguir el rumbo dilatado,
el silbo de las penas poderoso
la arrastraba iracundo al engañoso
sendero do los vicios han vagado.


Allí, de todo matorral cercano
sentía ardiente la acerada espina;
y allá del monte densa la neblina
el paso la cerraba sobrehumano!


Ora la negra noche asaz impía,
con los temores que su manto lleva,
en mil congojas que el error renueva,
al Alma infortunada sumergía;


Ora el rugir de tempestad lejana,
la misma soledad del bosque umbroso
las horas inquietaban y el reposo
a la viajera excelsa soberana!

Viajaba así, viajaba perseguida
sin encontrar las formas de su anhelo;
allá, rasgando de la sombra el velo,
cayendo aquí, por el dolor herida!

Empero al sucumbir a tanto daño
omnipotente JOVE a su criatura
el grito al escuchar de la amargura
le dio por compañero al Desengaño.

Entonces ¡Oh Virtud! Virtud deseada
te vio lucir gallarda el Alma ansiosa
a través de una lágrima ardorosa
que de sus ojos ¡ay! brotó callada…

Que el Desengaño ¡Juez de la Conciencia!
enseña misterioso al peregrino
de la Virtud el eternal camino
trazado por la augusta Providencia!

Bogotá, mayo de 1882.
Publicado en: Papel Periódico Ilustrado,
número 18, del 10 de junio de 1882.
Bogotá, Estados Unidos de Colombia, 1882.


Favio

En estos campos del Istmo que circundan
colinas verdes que del llano brotan
y los cimientos en que bellos flotan
los lirios rojos que en el valle abundan;
Aún toca Pan la flauta seductora,
los mitos y ficciones evocando.
El eco infeliz la voces remedando
Encanta al pueblo que la ciencia ignora.
Y aquí no lejos Favio! de este muro
de las Nereidas en la mar cercana
aún se oye el canto melodioso y puro
que en dulces ritmos de la gruta emana
que su furor detiene el alto muro.
Allí en las fuentes mansas admiradas
que llevan su caudal al mar lejano
oigo a Nereidas y Ninfas jugueteando
levantando en los cauces de la espuma
sus blancos copos transformados en bruma
y escucho la candencia de aguas cristalinas
dó tu imagen, Oh!, Favio se refleja y se empina
al mágico clamor que en soledad me abruma…

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


A Josefina Reyes

(Semblanza)

Lanzó un suspiro en su constante anhelo
el alma triste a la orfandad unida,
que a Dios llevara en su plegaria al Cielo.

Y con bruma creciente convertida
la lágrima rodaba fervorosa
hacia la cumbre alzárase impelida.

Brotaste entonces del Ideal, hermosa,
hija del alma en su constante anhelo
que Dios formara para ser la Diosa
de inspiración fecunda en este suelo.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


A Paulina Samper

(Semblanza)

En la preciosa finura
de tu rostro en que rebosa
el blanco de nieve pura
de tus ojos misteriosa.
La Luz  del alma más bella
como lumbre de una estrella
se refleja y con usura
me oculta tu faz hermosa.

Bogotá, Diciembre de 1882.
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

La Adultera

Tienes como Luzbel, formas tan bellas,
que el hombre  olvida, al verte enamorado
que son tus ojos negros dos estrellas,
veladas por las sombras del pecado.

Y no turbes hipócrita, el reposo
del pobre hogar que con tu falta escudas,
porque a besar te atreves al esposo
como besaba a Jesucristo Judas.

¡Y aún sus flores te dan las primaveras,
y ya tienes el alma envilecida!
Ya llegarás a ver aunque no quieras
el horizonte obscuro de tu vida.

Desdeñas los sagrados embelesos
del casto hogar, de la mujer honrada
y audaz ostentas al vender tus besos,
las llamas del infierno en tu mirada.

Manchas el suelo que tu planta pisa,
tú manchas lo que tocas con tu mano;
Te dio Lucrecia Borgia su sonrisa
y Mesalina su perfil romano.

Brota el deleite de tus  labios rojos,
se aparta la virtud de tu presencia
porque negros, más negros que tus ojos
tienes mujer, el alma y la conciencia.

Rosas de abril parecen tus mejillas,
mármol de Paros tu ondulante seno;
más ¡ay! que tan excelsas maravillas
son de barro no más, no más de cieno.

Reina del alma, tienes por diadema
la infancia que con nada se redime
¿El pudor?.  Es un ascua que te quema.
¿El deber?. Es un yugo que te oprime.

Tienen las gracias con que al mundo halagas
precio vil en mercados repugnantes,
y te envaneces de cubrir tus llagas
¡con sedas recamadas de brillantes!

En este siglo en que el honor campea,
no te ha de perdonar ni el vulgo necio,
Hieren más que las piedras de Judea
los dardos de la burla y el desprecio.

Mañana, enferma, pobre, abandonada,
de la mundana compasión prescrita,
el honor, cuando mueras humillada,
sobre tu tumba escribirán: ¡MALDITA!

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.



Sin un amigo


A Montesinos

Ha tiempo que vago sollozando
en pos de una ilusión,
buscando un ser que sepa consolarme,
con quien poder a solas desahogarme
y abrirle el corazón.

¡Y irá lento, después apresurado
ya alcanzo mi ilusión!

Y como aquel que corre al horizonte,
creyendo unido el cielo con el monte,
os sirvo de irrisión!

Y incansable prosigo tras mi dicha
y avanzo con ardor.

Ya la distingo… Vedla, ya me espera…
y engañosa, cual sombra pasajera,
Me deja en el dolor.

Y de tanto buscar, al fin encuentro
que es loca mi ambición;
que en este mundo de olas y vaivenes,
de amigos, ¡ay!, el hombre solo tiene
su propio corazón.

1879. Bogotá.
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


Placer y Dolor

A la sombra de
Ezequiel Rojas.

¡Cuán dulce es el placer!
¿Quién no ha sentido su impulso vigoroso?
¿Quién de la senda del placer ha huido,
buscando de la cresta lo escabroso?
¿Quién de la vida, estúpido deshecha,
de la felicidad el fin? ¡Y cuanta brecha
no se abre en batallar por conseguirlo!
Y al dejar de la vida la ribera,
¿Quién piensa en maldecirlo,
Si es el cielo aspiración postrera?

Nadie busca el dolor; el pobre al rico,
al blando de mollera, al ignorante,
al ortodoxo, al brahama, al protestante,
a nadie de este crimen purifico.
Esta es ley natural; la gran tendencia
del hombre a ser feliz es conocida!
la pena, por ninguno apetecida,
se sufre resignado, y con paciencia,
por evitar intensas pesadumbres.

Es esta la virtud; si allá las lumbres
de un placer más complejo nos espera,
o si del ideal precioso se enumeran
los tintes adornados de un matiz,
se desdeña un placer, se sufren los dolores
que sobrevienen…En cambio, los albores
se acercan de una vida más feliz.
Ni los sabios, ni místicos dejaron
la senda ya trazada.  La abnegación
del mártir, del héroe la pujanza,
se templan al fulgor de la esperanza
de conseguir un bien.


¡Oh luz de los ideales!, te agasajan
en el penar vaivén,
porque es cierto que el hombre, en la  existencia,
a de buscar placer a toda hora,
y que ésta es del vivir la humana ciencia,
la ciencia que la dicha aquí atesora.


La muerte de Jesús en el Calvario;
la muerte de Ricaurte por la Patria; 
de todos los que tienen un sudario
que ofrecer al mundo,
no ha sido de sufrir; en lo profundo
de esa vida oculta que tenemos,
en que la lucha en instinto con la idea,
brilla una luz en torno; esa es la tea
de un ideal de goce anticipado,
que el déspota brutal de la materia
apaga casi siempre en el malvado.

Esta es la ley, la ley a que sujetas
viven las almas.  Los ascetas,
cual los estoicos, buscan el placer;
y todos en el mundo sometidos
a la ley de Natura poderosa,
encuentran que el placer de los sentidos
nos lleva hacia la cumbre deliciosa
de la dicha moral; que nada innato
nos hace derramar lágrimas viva
cuando al nacer la queja es aflictiva
por la impresión primera dolorosa.

El placer es el fruto de la ciencia
que la Naturaleza misma nos revela;
y que el engaño vive en la tutela
del engañoso error, y, sin prudencia,
infringe los mandatos de Natura,
impune no se queda; el goce, la ventura,
cámbianse pronto en el dolor acervo
que la infracción procura,
pues en la vida innata que pasamos
el llanto y el dolor son el destino
de todos los que erramos
en conocer, del goce, el buen camino.

¿Y cuál es esta senda codiciada
en que yerran los más?  Y la morada
del hecho primitivo?, cuando es bueno?
¿Se debe acaso, vivir como Silino,
en la embriaguez fatal,
porque procure goces la bebida
y en somnolencia el alma entorpecida
se finja liberal?.

¿O produce también crueles dolores
el hecho de embriagarse con licores?
¿Qué enseña la moral?
Que si es menor el goce que la pena,
la copa que libamos envenena
nuestra vida en total.

Es esta la doctrina que aprendemos,
pues al volver los ojos, siempre vemos
Que esa es ley natural;
que vive con el hombre, con la planta,
con el malvado neto y con la santa;
en la región del Este, en el Boreal.
Por eso la instrucción aconsejamos
86 Antología de Panamá.
Para apreciar de un hecho en que nadamos,
la consecuencia triste y la feliz,
y escapar de la pena que produce,
el saborear el goce que seduce,
sin inclinar jamás nuestra cerviz.

¡Oh, fuente del placer deseado!
Delirio del asceta siempre ha sido
cegar su manantial,
porque ignora en su intento malhadado
que inerte solo ha sido
el que pasión no tiene;
que el placer es más dulce, más sabroso,
y ni un suspiro cuesta, ni un sollozo.

¿Quién niega esta verdad?  Pues el progreso,
al trabajar el hombre, ha consistido
en que le cuesten menos alaridos
las conquistas del mundo; el retroceso
es sufrir y aguantar el duro peso
de la Naturaleza sola, sabia y fuerte,
que en premio de ignorancia hasta la muerte,
sin lujo ni aparatos
ofrece al que no cumple sus mandatos.

¡Virtud, virtud!, por eso yo te amo;
por eso tus caricias yo reclamo
para alegrar mi triste juventud;
y al llegar de la tumba a la ribera,
espero que tu luz, que reverbera,
alumbre mi ataúd.

1880.
Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.


El Nuevo Rosal


En la mañana de un abril florido,
al asomar del sol los resplandores,
una tras otra deshojar las flores
te vi gozosa del rosal querido.

Las hojas antes bellas, marchitadas,
envueltas por el aire en torbellino,
rodaron al recodo del camino
y en polvo allí quedaron sepultadas…

Llegó la noche.  Al extender su manto,
la lluvia de los cielos regalada,
a la tierra del huerto afortunada,
cayó propicia, cual copioso llanto.

Y al fecundar el suelo del camino,
donde las hojas fueron sepultadas,
de aquellas  lindas flores arrancadas
nuevo un rosal apareció divino.

Que nunca la semilla misteriosa
muere en la flor que deshojada fuere.
Cual la virtud proscrita, nunca muere,
y brota en nueva planta prodigiosa.

Bogotá, abril - 1882
Publicado en: Papel Periódico Ilustrado,
número 13, del 15 de abril de 1882.
Bogotá, Estados Unidos de Colombia, 1882.
 


A Pirra

(Oda imitada de la de Horacio “Quis multa gracilis…)

¿Quién es, ¡Oh Pirra! el lindo rapazuelo
que en lubrico retrete (1) enamorado,
de esencias delicadas perfumado,
a su seno te estrecha con anhelo?

¿En obsequio de quién, dime, hechicera,
anudas bajo el viento voluptuosa,
sin pompa engalanada y primorosa,
las trenzas de tu rubia cabellera?

¡Ay! cuantas veces llorará abatido
adversas ya a sus votos las Deidades,
el crédulo a quien ora tus beldades
arrastran y embelesan aturdido!

¡Ay! cuantas al buscar y de ansias lleno
pendiente de tus labios la ternura,
el mísero a quien prenda tu hermosura,
recogerá en tus besos un veneno!

Hoy en tus ojos cándida, amorosa,
de halagos brinda un cielo tu mirada,
no tarde arrugarás el ceño airada
pues eres, como el viento, caprichosa.

Guarte, marino! guarte en mar serena!
que leves hoy sus ondas veleidosas,
mañana por el Euro tormentosas
la costa mostrarán de sirtes llenas.

Yo aquí en la playa náufrago contemplo
el fuerte olear. . . estremecido
y húmedo el manto cuelgo, arrepentido,
sobre los plintos de marino templo!

Bogotá, julio de 1882
Publicado en: Papel Periódico Ilustrado,
número 33, del 31 de enero de 1883.
Bogotá, Estados Unidos de Colombia, 1883. 
NOTA: (1) Retrete : En desuso, equivalente a recinto o cuarto.


La Esperanza


Brilló en la nada el rayo de la vida
hirió al pasar la sombra pavorosa
y allá a lo lejos, para el bien nacida
te vio el anhelo aparecer grandiosa.

El suspiro cayó, que el pecho anida;
secose el llanto de la faz llorosa,
y el alma excelsa, en el vaivén herida
luchó hasta el borde de la negra fosa.

Que así en la muerte al encender tu llama
huye la duda y el dolor fallece
y aliento infundes a la misma Fama;

Virtud concedes, que a tus plantas crece;
al Vicio matas cuando airado brama,
y ni en la tumba tu fulgor perece.


Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.
Versión original, publicada en: La Miscelánea de Medellín.


A la Naturaleza


Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire.

Qué hermoso es cuando en copos
de las inquietas llamas
oirás que en el oscuro abismo
ver las rojizas llamas agitarse.

Qué hermoso es, cuando hay sueño
Dormir bien y roncar como un sorchantre
y comer. . . y engordar, y que desgracia
que esto no solo baste. . . . . . !

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

Al escuchar tu Historia


Hallábase la mar indómita dormida
y nuestra barca próspera, velera
vagaba silenciosa y placentera
por las cerúleas ondas atrevida.

Yo en tanto que el lumbroso firmamento
hermosa Febe, rápida cruzaba,
la historia de Endimión te recitaba
de Salmos en la gruta, soñoliento.

Tu, candorosa, de virtudes llena
escuchabas con la gracia cansina.
La niebla en el orto cenicienta
cenicienta en el orto la neblina.

En mi hombro reclinada la cabeza
y suspirando con melancolía
al escuchar la historia de nobleza,
me mirabas inquieta y te reías.

La noche estrellada iba pasando
el silencio quebró mi fantasía,
al despertar la bella aurora
en la preciosa barca, murió mi fantasía.

Del libro: Belisario Porras (Poeta), por Concha Peña.
Panamá, 1956.

Vidas Divergentes

                                                         I
Palabras de amor que entonas
con encendida pasión.
Dime si son voces tuyas
gritos de tu corazón.

Palabras, dulce consuelo
que pronuncias al mirarme.
¿Dime si son los hechizos
con que quieres fascinarme?


Ante tu amor encendido,
mi corazón se rindió.

II

Tuyo soy, no te resisto.
Embrujado por tus cantos
te entregué toda mi vida
y olvidé todos mis llantos.

III

Un mal día
con un perverso te vi,
no eran celos, si fue ira
lo que me hiciste sentir.

Y te aparté de mi lado
y en otro amor encontré
calma, sosiego y dulzura
lo que junto a ti no hallé.

Y fueron mis años mozos
ternura de blandos nidos.
Mi corazón lleno estaba
nunca lo sentí vacío.
Olvidando tus borrascas
serena paz encontré.

IV

Fueron pasando los años
de locura y de pasión,
Tú, derrochando la vida,
yo colmado de ilusión.

Ilusión bendita y santa
que en otro amor encontré
mis amores florecieron,
tú estéril, ingrata, infiel. . .

Nuestras vidas divergentes
nuestros destinos también.

Mis hijos fueron los brotes
de mi ternura y amor,
trasiego de nuevas dichas
colmaron mi corazón.

Mientras tanto, tú vivías
en perpetua soledad,
sin fijar rumbos de ensueños
amando la libertad.

V


Un día la hallaron muerta
por su descanso recé.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.
Panamá, 1956.





La Cruz


El mar, inmenso cofre
de múltiples tesoros
besa la playa tibia,
polvo de arena y oro.

Tienen sus ensenadas
caricias de mujeres,
sus costas, la risueña
verdor de los vergeles.

El Cristo que mi abuela
colgó sobre mi cuello
cayó sobre la arena
y fue aquello

motivo de algazara,
que junto a mí veía.
Se mofaron del Cristo
que del pecho pendía.

Y lleno de coraje
en ira sumergido.
Miré el Cristo de oro
y pregunté atrevido:

Decidme: entre vosotros
no existe un buen nacido?
¿Por qué esta cruz bendita
a risa os ha movido?


Callaron todos, y mis ojos
del color del acero
retaron a los hombres
con encono y despecho.

¿No tenéis en la casa
algún santo trofeo
que os señale y recuerde
un culto, un amor, un deseo?

Un viejo liberal, recogió el Crucifijo
paso la vista a todos, los miró
y con temblor de labios
y aleteo de manos, lo besó.

Después, besaron todos
el Cristo de la abuela
que en mi pecho campea
sin caer, desde la tarde aquella.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.
Panamá, 1956.


En el Álbum de Doña Elvira
R. de Vernacci


Vana es esta pretensión.
De escribir, Señora, en verano.
Pues del poeta en reverso
será mi pobre canción.

Más como en verso empecé
y no es de borrar lo hecho,
Corazón!  A lo hecho pecho:
perdona mi insensatez.

Decirte quiero en mi ofrenda
que fragante y florecida
es la senda de la vida. . .
De tu vida, hermosa senda.

Pareciera que a tu paso.
En verdad nacieron flores
y brillaran los albores
de un sol que no tiene ocaso.

Tienes talento, hermosura
y donaire. . .Oigo un gorgeo.
En tu voz y en tus ojos veo
bondad y dulce ternura.

Del libro: Belisario Porras (Poeta),
por Concha Peña.  Panamá, 1956.
Versión original, publicada en: La Estrella de Panamá,
del 26 de noviembre de 1922.